Por mucho que los medios intenten encontrarle comparativos o sucesiones, Blanca Suárez está lejos de todo ello, más allá del bien y del mal. Poseedora de una belleza hipnótica de la que ella misma no es consciente y que la elevaría al ese Olimpo de los contados especímenes humanos cuasi perfectos que al mirarte por encima del hombro se lo agradecerías por el resto de la eternidad y, sin embargo, ella es llana, campechana, cercana y accesible. Una vez más lo pude comprobar cuándo acudí a la inauguración de la nueva Flagship Store de Intimissimi en Madrid de la cual la bella actriz ha sido la encargada de cortar la cinta inaugural ya que, desde desde el éxito de la campaña del sujetador Gaia, Blanca se ha convertido en imagen de la marca.
Será por su abrumante belleza, por su carisma desbordante o por las espectaculares fotos en las que luce la nueva colección de Intimissimi pero la convocatoria que Blanca pudo atraer a la inauguración de la nueva tienda de la marca en la madrileña calle de Preciados 12 ha sido brutal. Cientos de personas agolpadas en la puerta del local, esperando horas bajo el frío con tal de verla de lejos y, quizás, hacerle una foto. Dentro, las tres plantas y los 224m2 no fueron suficientes para dar cabida a todos los invitados que intentábamos saludar a Blanca, Ver la colección navideña de la marca, abrirse paso entre el cuarteto de cuerdas que amenizaba la velada, intentar no tropezarse con los camareros para no tirarles las bandejas y, las mas listas, intentando tropezarse con los chulazos-azafatosconvocados para servir de marco a la belleza de Blanca.
La actriz viajó desde Italia dónde se encuentra actualmente grabando una miniserie. Prueba no solo de la meteórica carrera de esta ‘chica Almodóvar’ si no de lo acertado de asociación de su imagen a una marca con clase y elegancia como Intimissimi. Así, espectacular como siempre, enfundada en un vestido de terciopelo negro que dejaba entrever algo de su lencería, cómoda con los flashes y las multitudes, Blanca me regaló la mejor de sus sonrisas y una mirada cómplice digna de una diosa terrenal.